Página 29 - Libro de Lengua y Literatura de Primero de Bachillerato
Comunicación oral y escrita
Resolución Página 29 - Libro de Lengua y Literatura de Primero de Bachillerato
Datos para la resolución:
El discurso de Steve Jobs en Stanford en 2005 es muy conocido por sus enseñanzas sobre la vida y el éxito. Se centra en tres historias de su vida. Para entenderlo mejor, toma notas sobre cómo cada historia se relaciona con temas de oportunidad, amor por lo que haces y las pérdidas y ganancias a lo largo de la vida. Considera cómo estos temas pueden aplicar en tu propia vida.
- Busca palabras clave y citas importantes mientras lees o escuchas.
- Reflexiona sobre cómo las decisiones inesperadas y los desafíos pueden llevar a experiencias significativas.
Explicación
Para completar la instrucción, abre el enlace proporcionado: https://www.youtube.com/watch?v=HHkJEz_HdTg en tu navegador para acceder al video del discurso de Steve Jobs en la Universidad de Stanford. Puedes leer la transcripción del discurso o escucharlo directamente en el video.
El objetivo es comprender el mensaje y las tres historias que Steve Jobs comparte sobre su vida. Estas historias están destinadas a inspirar a los estudiantes graduados.
Contenido Página 29 - Libro de Lengua y Literatura de Primero de Bachillerato
Actividades
1. Lee o escucha el siguiente fragmento del discurso de Steve Jobs en la Universidad de Stanford el 12 de junio de 2005 que se encuentra en el enlace: http://www.youtube.com/watch?v=HHkJEz_HdTg
Me siento honrado de estar con ustedes hoy en esta ceremonia de graduación en una de las mejores universidades del mundo. Yo nunca me licencié. La verdad, esto es lo más cerca que he estado de una graduación universitaria.
Hay deseo contarles tres historias de mi vida. No es gran cosa. Solo tres historias. La primera trata de conectar puntos. Me retiré del Reed College a los seis meses y seguí yendo de modo intermitente otros 18 meses más antes de abandonar los estudios. ¿Por qué lo dejé? Comenzó antes de que yo naciera. Mi madre biológica era una joven estudiante de universidad, soltera, que decidió darme en adopción. Ella creía firmemente que debía ser adoptado por estudiantes graduados. Por lo tanto, todo estaba arreglado para que apenas naciera fuera adoptado por un abogado y su esposa; salvo que cuando nací decidieron en el último minuto que en realidad deseaban una niña. De ese modo, mis padres, que estaban en lista de espera, recibieron una llamada en medio de la noche preguntándoles: “Tenemos un niño no deseado, ¿lo quieren?”. Ellos contestaron: “Por supuesto”.
Cuando mi madre biológica se enteró que mi madre nunca se había graduado en la universidad y que mi padre tampoco tenía el grado escolar se negó a firmar los papeles de adopción definitivos. Solo cambió de parecer unos meses después, cuando mis padres le prometieron que algún día yo iría. A los 17 años fui a la universidad. Ingenuamente elegí una casi tan cara como Stanford y todos los ahorros de mis padres, de clase obrera, se fueron en la matrícula. Seis meses después yo no había sido capaz de apreciar el valor de su esfuerzo. No tenía idea de lo que quería hacer con mi vida y tampoco sabía si la universidad me ayudaría a descubrirlo. Y ahí estaba yo, gastando todo el dinero que mis padres habían ahorrado durante toda su vida. Decidí retirarme y confiar en que todo iba a resultar bien. En ese momento fue aterrador, pero mirando hacia atrás es una de las mejores decisiones que he tomado. Prescindí de las clases obligatorias, que no me interesaban, y comencé a asistir irregularmente a las que sí consideraba interesantes.
No todo fue romántico. No tenía dormitorio, dormía en el suelo de las habitaciones de amigos, llevaba botellas de Coca Cola a los depósitos de cinco centavos para comprar comida y caminaba 11 kilómetros, cruzando la ciudad todos los domingos por la noche, para conseguir una buena comida a la semana en el templo Hare Krishna. Me encantaba. La mayoría de las cosas con las que tropecé, siguiendo mi curiosidad e intuición, resultaron ser posteriormente inestimables. Por ejemplo, en ese tiempo, Reed College ofrecía quizás la mejor instrucción en caligrafía del país. Todos los afiches, todas las etiquetas de todos los cajones estaban bellamente escritas en caligrafía a mano en todo el campus. Como había abandonado la carrera y no tenía que tomar las clases normales, decidí tomar una clase de caligrafía para aprender. Aprendí de los tipos serif y sans serif, de la variación en el espacio entre las distintas combinaciones de letras, de lo que hace que la gran tipografía sea lo que es. Era artísticamente hermoso, histórico, de una manera en que la ciencia no logra capturar, y lo encontré fascinante.
A priori, nada de esto tenía una aplicación práctica en mi vida. Diez años después, cuando estaba diseñando el primer ordenador Macintosh, todo tuvo sentido para mí.
Y todo lo diseñamos en el Mac. Fue el primer ordenador con una bella tipografía. Si nunca hubiera dejado...