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Página 84 - Libro de Lengua y Literatura 1 de Décimo Grado

Entre la comedia y la tragedia: la tragicomedia

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Contenido Página 84 - Libro de Lengua y Literatura 1 de Décimo Grado

constancia, su calumniar, su negar, su enredar, su presunción, su vanidad, su bajeza, su necesidad, su desprecio, su soberbia, su preguntarse y responderse ellas mismas, sus burlas, su charlatanería, su glotonería, su lujuria y suciedad, su miedo, su atrevimiento, sus hechicerías, sus embustes, sus menosprecios, su lengua desbocada, su desvergüenza, su alcahuetería?

CALISTO: ¿Ves? Mientras más cosas me dices y más inconvenientes me pones, más la quiero. No sé qué es esto.

SEMPRONIO: No es este un asunto para mozos, según veo, pues no obedecen a la razón ni se saben controlar. Penosa cosa es que crea que es maestro el que nunca fue discípulo.

CALISTO: ¿Y tú qué sabes? ¿Quién te ha enseñado estas cosas?

SEMPRONIO: ¿Quién? Ellas, que cuando se destapan pierden de tal forma la vergüenza que todo esto y más a los hombres descubre. Ponte pues en el lugar que te corresponde; piensa que eres más digno de lo que te consideras.

Pero Calisto se siente indigno de Melibea. Sempronio le señala que no tiene motivos para ello porque, además de ser hombre, la naturaleza lo ha dotado de hermosura y del aprecio de todos. Calisto se queja, sin embargo, de que le falta el amor de Melibea, a la que considera inalcanzable a causa de sus extraordinarias virtudes y su gran belleza, que describe y alaba con pasión.

CALISTO: Comienzo por los cabellos. ¿Ves tú las madejas de oro fino que hilan en Arabia? Más lindos son y no brillan menos; son tan largos que le llegan a los pies; además, peinados y recogidos con una delicada cinta, como ella se los pone, no necesita más para convertir a los hombres en piedras.

SEMPRONIO: (Hablando consigo mismo. ¡Más bien en asnos!)

CALISTO: Los ojos verdes, rasgados; las pestañas, largas; las cejas, finas y elevadas; la nariz, mediana; la boca, pequeña; los dientes, menudos y blancos; los labios, rojos y sensuales; el contorno del rostro, un poco más largo que redondo; el pecho, alto. La redondez y forma de las pequeñas tetas, ¿quién te la podría pintar? El cutis limpio, lustroso; su piel hace parecer oscura a la nieve.

SEMPRONIO: (Hablando consigo mismo. ¡En sus trece sigue este necio!)

CALISTO: Las manos medianamente pequeñas, de dulce carne acompañadas; los dedos largos, las uñas largas y coloradas, que parecen rubíes entre perlas.

Con el fin de evitar la desesperación de Calisto, Sempronio le promete que le conseguirá a Melibea. Agradecido, Calisto le hace un buen regalo y le pregunta cómo piensa cumplir su promesa.

SEMPRONIO: Yo te lo diré. Hace mucho tiempo que conozco en esta población a una vieja barbuida que se llama Celestina, hechicera, astuta, experta en cuantas maldades existen. Sé que son más de cinco mil virgos los que se han hecho y deshecho bajo su autoridad en esta ciudad. En las duras piedras es capaz de provocar lujuria si quiere.

CALISTO: ¿Podría yo hablar con ella?

SEMPRONIO: Yo te la traeré aquí. Prepárate, hazle regalos, sé generoso con ella.

CALISTO: ¿Y vas a tardar?

CALISTO: Ya voy. Quede Dios contigo.

Sempronio llega a casa de Celestina, donde es recibido con grandes muestras de alegría por la alcahueta. Pregunta por Elicia, prostituta de la que está enamorado, que en ese momento se encuentra con un cliente, al que esconde para que Sempronio no lo vea. Finalmente, Sempronio pide a Celestina que lo acompañe a casa de Calisto.

SEMPRONIO: Madre mía, coge tu manto y vámonos, que por el camino sabrás lo que, si aquí me entretuviese en contarte, impediría tu provecho y el mío.

CELESTINA: Nos vamos. Elicia, queda con Dios; cierra la puerta.

Glosario

  • presunción. Acción de suponer o considerar algo por las señales que se tienen.
  • alcahuetería. Medio artificioso que se emplea para seducir o corromper.