Página 60 - Libro de Lengua y Literatura 1 de Noveno Grado

Rayuela de la inferencia

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Resolución Página 60 - Libro de Lengua y Literatura 1 de Noveno Grado

Pregunta Página 60
Escribo en mi cuaderno una inferencia a partir de la lectura. Contemplo el proceso de la rayuela de inferencias.

Datos para la resolución:

Para construir tu propia inferencia, sigue estos pasos:

  • Lee atentamente el texto y subraya las acciones y emociones de los personajes.
  • Pregúntate qué significado general tienen esos detalles (por qué reaccionan así, qué valores transmiten).
  • Formula una conclusión que explique el mensaje implícito del autor, usando expresiones como “se infiere que…” o “podemos deducir que…”.
  • Revisa que tu inferencia conecte directamente con los datos del texto sin añadir información externa.

Explicación

Análisis del problema: Se pide generar una inferencia basándose en el cuento “Almas Cándidas” de Horacio Quiroga, es decir, una conclusión o idea que no aparece explícita en el texto pero que se deduce de los detalles narrados.

Resolución paso a paso:

  1. Identificar datos explícitos: La pareja ama y cuida con gran ternura a su perro León; lo acompañan en su enfermedad y lo entierran con solemnidad.
  2. Reflexionar sobre el trasfondo emocional: Aunque solo se menciona un animal, los personajes muestran reacciones humanas de duelo, respeto y cariño.
  3. Relacionar detalles con un significado general: El trato que dan a León es equiparable al que darían a un familiar humano, lo cual refleja la profundidad de su vínculo afectivo.
  4. Formular la inferencia: A partir de esas observaciones, concluimos que el autor sugiere que los animales pueden ocupar un lugar emocional tan importante como cualquier ser humano y merecen un trato digno y lleno de respeto.

Respuesta final: El cuento invita a inferir que el amor y el respeto hacia los animales puede ser tan profundo como el que sentimos por nuestros seres queridos, destacando la capacidad de los humanos para formar vínculos emotivos fuertes con sus mascotas.

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3. Con base en el texto, identifico la inferencia lógica.

  1. Los perros estaban domesticados cuando nuestros ancestros aún vivían como cazadores y recolectores.
  2. Humanos y lobos eran cazadores que actuaban en manada y competían por los mismos recursos.
  3. Los humanos vieron en los perros animales de compañía, útiles para la caza y para la carga.
  4. Desde la revolución neolítica, el excedente alimentario se ha utilizado para domesticar animales.

4. Escribo en mi cuaderno una inferencia a partir de la lectura. Contemplo el proceso de la rayuela de inferencias.

Leo el siguiente cuento:

Almas Cándidas:

Horacio Quiroga (Adaptación)

Un matrimonio joven que vivía en el campo tuvo un perro inteligente, grande y bueno. Se llamaba León. Vigilaba la chacra próspera, arreaba los bueyes, era su grande amigo. Mucho le querían; y si a un perro así no se quiere, ¿a quién se va a tener cariño en este mundo?

Cuando se enfermó, se miraron sin saber qué hacer. Dormía todo el día, se restregaba horas enteras contra el marco de las puertas. Una mañana Emilio le llamó y no pudo levantarse. Hizo un esfuerzo, alzó la cabeza a todos lados, desorientado, y la dejó caer gimiendo. Lo llevaron en seguida a la cocina. Aunque viéndole envejecer y acercarse a una muerte injusta para el noble amigo, estuvieron preocupados todo el día. Cuando de noche fueron a verle, estaba peor. Se acostaron callados, uno al lado del otro; no tenían ciertamente ganas de hablar.

Todos los fieles recuerdos de León, a la muerte, surgieron entonces, uno tras otro. A la mañana siguiente León, estremecía sin cesar. En cuclillas a su lado, le miraban sin apartar la vista, esperando verle partir de un momento a otro. De tarde murió. Esa noche comieron apenas.

Cuando se pierde un animal así, bueno como pocos, justo es que no se piense sino en él. Mas en lo hondo sentíase disgustados de sí mismos por haber sido injustos con León. ¿Para qué quererle así si al otro día habrían de tirarle en el monte, como a una cosa que no se quiere más?

Dos o tres veces ella quiso hablar y se detuvo. Al fin dijo: —Hay personas que entierran a los perros. Eso es ridículo, yo creo. Al cabo de un rato dijo de nuevo: —A los perros no se los debe enterrar. Son buenos, sí, uno los quiere, pero no enterrarlos. Emilio: ¿vamos a enterrarlo?

Se levantaron y llevaron a su perro muerto en los brazos. Él cavó mientras ella le alumbraba. Colocárosle de costado, apisonaron cuidadosamente la tierra, y se volvieron en silencio, con los ojos llenos de lágrimas.

Quiroga, H. (1920). Almas cándidas. En Cuentos de amor, de locura y de muerte (pp. 13–18). Buenos Aires: Editorial Babel. Modificado con fines pedagógicos.