Página 213 - Libro de Lengua y Literatura 2 de Octavo Grado
Características de la crónica / Tipos de crónica
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felino que les cuenta dónde están los sahínos para cazar, quién viene de visita, o el advenimiento de problemas en la comunidad.
Mientras Nemo cuida el huerto, su hija Omnia asiste a la escuela de la comunidad de lunes a viernes. Toda la mañana escucha a su profesor historias de héroes nacionales y de matemáticas. También aprende a cantar el himno y a dibujar el escudo y la bandera del Ecuador; así se construye su conciencia de ser ecuatoriana. Por la noche, la niña escucha a su padre, Tiri, difuminado entre la luz y la sombra que genera el fogón, contar una historia. Le relata cómo él se enfermó cuando un brujo huaorani le envió el daño en forma de un insecto que, al picarle, metió un maleficio en su cuerpo. Esto sucedió cuando caminaba por donde transitan los murciélagos. Omnia también escucha a su padre narrar cómo el mismo brujo le sacó el maleficio de su garganta en forma de luciérnaga, y de sus manos en forma de humo. Y que el brujo, al sacar la enfermedad del cuerpo, le entregó un poder para sanar.
Nāhua es la abuela adoptiva de Omnia. Es anciana y no conoce su edad, pues nació cuando los huaorani vivían aislados, nómadas y desnudos; en sus orejas resaltan las “expansiones”, grandes agujeros, vestigios de aquella época. Una nublada mañana amazónica Nāhua camina por el carretero, descalza, hacia la tienda cercana a su comunidad, Tigüino, al otro lado del puente, donde viven unas 200 personas. Va a comprar una cola. En el trayecto escucha, de lejos, confundidos con el ruido de una camioneta de la compañía petrolera, a los niños y niñas de la escuela repetir las vocales del alfabeto español. Cruza el puente y observa abajo a madereros que arreglan el motor fuera de borda de su canoa de metal. En la frontera donde termina la comunidad huaorani, y donde empieza el campamento petrolero, el militar y el caserío de colonos, compra su cola aunque no entiende el idioma del tendero, el mismo que su nieta aprende en la escuela, el mismo que hablan los trabajadores petroleros, los madereros y los odontólogos que le pusieron una prótesis dental. No entiende lo que dicen, pero sabe que los huaorani se enfrentan a retos que ponen en cuestión su sobrevivencia cultural y la continuidad del bosque.
Las mujeres huaorani transitan diariamente una frontera entre sus prácticas tradicionales y las provenientes de una cultura distinta a la suya. Todavía dan a luz en su casa y curan con plantas medicinales; tejen hamacas, canastos y redes con materiales del bosque. Siembran yuca, dejan descansar el suelo y cantan cuando comen chicha en reuniones. También viajan de una comunidad a otra en canoas con motores fuera de borda, que acortan los largos viajes a pie que hacían sus antepasados. Usan herramientas de metal para trabajar la tierra tal como aprendieron de sus abuelas, y usan ollas de metal para preparar la chicha de yuca masticada. Duermen en hamacas dentro de casas construidas con madera y zinc. En su vida diaria se constata el uso de los avances tecnológicos occidentales, y la necesidad de un territorio y un bosque que permitan su subsistencia y continuidad cultural.
[Ilustración: Retrato de niña huaorani rodeada de flora]