Página 74 - Libro de Lengua y Literatura de Tercero de Bachillerato

Lectura y comprensión de textos

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Ciertamente había diferencias entre la sociedad inca y las sociedades europeas. Pero mi intención no era establecer una jerarquía y decir que los indígenas eran mejores. Tampoco los incas, ni los aztecas, tenían democracias. Eran culturas imperialistas, que de hecho estaban en proceso de expansión.

Por eso tampoco quise que el modelo de Atahualpa fuera Erasmo, sino Maquiavelo. Porque Atahualpa no era un escritor ni un poeta, sino un jefe de Estado. Y como jefe de Estado necesitaba más a Maquiavelo que a Erasmo. Así que sus decisiones son pragmáticas.

Si ayuda a los judíos, a los musulmanes o a los campesinos alemanes, y si se alía con Francia, es por pragmatismo, el mismo pragmatismo de Hernán Cortés. En México, Cortés hizo algo parecido: se alió con todos los pueblos indígenas que habían sido conquistados por los aztecas. Entonces para mí es puro pragmatismo, al igual que Cortés y Pizarro. Y a nivel estratégico durante todo mi libro Atahualpa se comporta y razona como Cortés y Pizarro. ¿Dónde puedo encontrar aliados? Pues entre las minorías oprimidas, que fue lo que hizo Cortés.

Y luego le tiende una trampa a Carlos V tal y como hizo Pizarro en Cajamarca para capturar a Atahualpa. Sabemos por los mismos conquistadores que Atahualpa era alguien inteligente, de trato agradable. Pero utilizando esos elementos yo lo convierto en alguien más astuto, un poco como un espejo de Cortés. De hecho, he de confesar que tengo una debilidad por Cortés.

¿Pero entonces, por qué los incas y no los aztecas? ¿Habrían sido Moctezuma el protagonista si antes de ir a la Feria del Libro de Lima hubieras ido a la Guadalajara?

Puede ser. Y en la Feria de Guadalajara estuve después. O sea que sí, la elección fue un poco producto de la casualidad, pero al mismo tiempo me alegra haber elegido a los incas, porque su organización económica y social me parece más interesante. Así fue una casualidad, pero una casualidad feliz.

En el libro hay muchos episodios en los que pareces darle la vuelta a lo que sucedió durante la conquista...

Sí. Por ejemplo, la masacre de Toledo es el equivalente a la masacre de Cholula a manos de Cortés y sus hombres, simplemente trasladada a España. ¿Cuánto tiempo dedicaste a investigar y documentarte para identificar y comprender todos esos episodios? Fueron cuatro años de trabajo. En Francia el libro salió en 2019, así que fueron cuatro años de trabajo y muchísimas lecturas de todo tipo.

Específicamente sobre los incas hay muchos libros bastante buenos en francés, pero una de mis fuentes más importantes fue Garcilaso de la Vega, así como las crónicas de la conquista. Pedro Pizarro, el primo de Francisco Pizarro, por ejemplo, escribió la historia de la conquista de Perú, y hay muchísimos conquistadores españoles que aportaron testimonios muy valiosos sobre los incas. De hecho, son los únicos, porque no hay testimonios escritos de los propios incas. Pero Garcilaso de la Vega fue clave para ayudarme a comprender la organización política, económica y social de los incas, sus reglas y su sistema redistributivo, que me interesó mucho. La repartición de tierras, por ejemplo, me parece sorprendente: cómo el inca distribuía las tierras, las entregaba, las recuperaba, las organizaba… Eso me parece fascinante.

En el libro también se destaca su rol de proveedor para los más vulnerables, como una versión del Estado de Bienestar antes de su tiempo…