Página 136 - Libro de Lengua y Literatura 1 de Décimo Grado

El cuento ecuatoriano contemporáneo

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Fuiste a los banquetes mientras el pez agonizaba de hambre atragantando con su propia espina y el Braceador seguía alimentándose con azufre y aserrín para templar los músculos, los músculos que no eran para él, entiende, los músculos que sostenían tus fotos y tus citas. Y vimos con espanto cómo el resto de la gente del circo también te reverenciaba y te hacía la corte: el traga espadas consiguió un sable descomunal solo para halagarte, la mujer del domador dijo que lo que hizo la mujer de goma fue un suicidio, un suicidio por celos, porque el domador ya no le miraba el contorsionado cuerpo cuando se hacía bola y ocultaba cabeza, brazos y piernas hasta quedar ante el público, pero sobre todo ante el domador, hecha un solo y puro trasero. El anciano que vendía flores a la entrada comenzó a ser tu amante eunuco y todo el dinero que recaudaba de la venta en las tres funciones diarias empezó a gastarlo religiosamente comprando flores para ti. Solo los animales. Tania, no cayeron en el embobamiento ni en la pleitesía: los monos seguían haciéndose la paja en tu delante, el león eructaba cuando te veía, el elefante embodegaba grandes pedos para cuando tú pasaras y la Gran Vaca Sagrada de la India se cagaba sobre el terciopelo azul que un día fue tu manto. Así que ya sabes, Tania, el Payayo, Payayón que nunca te protestaba hoy te castiga dejándote en el desierto para que no llegues al Concurso Mundial de Salto Triple que todo el mundo sabe fue organizado por el mantecoso empresario para que tú te lo llevaras tú. Pero aquí te quedas, Tania, Tania, que no eres Tania, porque tú y yo sabemos que de rusa no tienes nada. Los dos sabemos que te llamas Clara Inés a secas, colombianita huérfana que pedías limosna entre una veintena de gamines, que te ocultaste entre la carpa remendada y huiste con el circo, y yo que era panameño, o sea como decir colombiano, te hablé en la lengua que nos unía, porque el circo, Tania, ahora también es negocio de gringos, tú lo sabes más que nadie, tú que has aprendido no a hablar, pero sí a entenderte con cualquier gringo, sea de donde sea. Entonces eras una mocosa pelada y yo ya volaba en el trapecio, pero mientras tú fuiste creciendo para la vida yo fui creciendo para la muerte. Y me sentí viejo aquella vez que entraste desnuda en mi pulguiento catre a decirme que te morías de frío. Y yo, turbado ante tanto pellejo, te dije que cómo no ibas a sentir frío si andabas así desnuda. Pero

más viejo me sentí cuando resbalé por primera vez del trapecio y desde entonces nunca más volé de cabeza porque mis tobillos habían envejecido y ya no me sostenían. Y ese tiempo que pasa, que uno lo mide en el espejo, es también un tiempo de trapecio, un péndulo, aunque para el público siga en movimiento. Y pensé en Dios y me dije que ese señor era el dueño de todas las carpas, que nomás tenía que olvidarse un minuto de nosotros y sonábamos. El olvido de Dios, Tania, es algo así como quedarse sin público. Entonces de esas vueltas y revueltas en el corazón salió mi decisión de hacerme payaso, payaso volador, Payayo, Payayón que suba al trapecio no para oír el silencio de la angustia sino para oír carcajadas.

Y entre volada y volada se fue acumulando este odio por ti. Hasta hoy que he decidido llevar a cabo mi pequeña gran venganza. Y he tenido que ser fuerte, Clara Inés, para no caer en tus celadas, para hacerme oídos sordos a eso que dijiste ayer de madrugada: «Payayito, voy a volar con tu jubón y tu máscara porque el concurso es anónimo. Ése será mi gesto de agradecimiento para ti que me enseñaste todo». Pero, Clara Inés, ya está decidido. No llegarás al concurso ni al homenaje que esperas darme, porque bien sabes que es para ti el homenaje que buscas recibir y si hay algo de gesto en tus palabras, también te enseñaré a consumir un gesto. Sin que nadie sepa ni se dé cuenta, subiré al trapecio en tu reemplazo.

[Ilustración: Carpa de circo con banderines]

Glosario

  • reverencia. Respetar o venerar.
  • eunuco. Hombre castrado.
  • pleitesía. Rendimiento, muestra reverente de cortesía.
  • sonar. Fracasar, perder, tener mal fin.
  • jubón. Vestidura que cubría desde los hombros hasta la cintura, ceñida y ajustada al cuerpo.