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Página 147 - Libro de Lengua y Literatura 1 de Décimo Grado

El cuento

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Contenido Página 147 - Libro de Lengua y Literatura 1 de Décimo Grado

y María siente escalofríos, se enjuaga el pelo mientras piensa en esa cabellera de otro mundo en la que se fijará Jaime –vuelve a la realidad– si la llama. Cierra la llave, recuerda que hay escasez de agua, abre la cortina y se envuelve nuevamente en una toalla. Se mira al espejo y con los dedos peina su cabello hacia atrás. Siente su sedosidad y sonríe o tal vez es el recuerdo de él lo que le hace cerrar los ojos y ronronear con su cabeza o, tal vez, son las dos cosas. Conecta el aparato de música, lleva dos días escuchando la misma canción, quisiera abrir lentamente mis venas, mi sangre toda verterla a tus pies, para poderte demostrar que más no puedo amar y entonces morir, después de esa estrofa en voz de Lavoe regresa la cinta, para oír de nuevo la introducción y canta con él; llega a, estoy aquí, cambia el género, perdida en mi soledad, sacude su cabeza, sombras nada más acariciando mis manos, sombras nada más en el temblor de mi voz. Presiona la tecla que apaga el equipo y aunque no quiere, repite en su cabeza, pude ser feliz y estoy en vida muriendo y entre lágrimas viviendo el pasaje más horrendo de este drama sin final. Prende nuevamente el aparato y se dirige al baño, coloca sobre su rostro crema de guaraná del Brasil que embellece la piel evitando arrugas, devolviéndole su elasticidad natural. La toma entre sus dedos mientras su cabeza sigue en que tibias fueron sus manos, cierra los ojos.

—Sombras nada más entre tu vida y mi vida.

Con un cepillo se hace la raya al lado izquierdo –para cambiar– y se peina. Coge su bolso de maquillaje y lo pone en el centro del lavabo, lo abre y comienza su ritual. Primero la base, una capa homogénea, se mira y no se mira al espejo, regresa el envase, saca los polvos, lo mismo, los reparte por su piel. Está y no está. Mira encima del hombro y se le ocurre que el teléfono puede estar mal colgado, se acerca y ve que no, está bien, lo levanta de todas formas para ver si da tono.

—Sí.

Vuelve al baño. Coge el delineador y cierra su párpado derecho, se controla el pulso y traza una línea, abre el ojo y se mira al espejo; tantos años de práctica no le fallan. Hace lo mismo con el izquierdo. Coge un lápiz morado de punta suave y resalta el exterior del ojo por abajo, en ambos lados. Se mira al espejo. Guarda el lápiz, saca las sombras, se acaba el cassette, le da la vuelta, sube el volumen y vuelve al baño. Mientras se coloca los dos tonos de sombras azules se acuerda del teléfono y con mucha compostura va al estéreo y baja el volumen, llega a escuchar pienso que todo es tan falso en mi vida, que todos buscamos un fin, regresa. Tiene demasiado en el ojo izquierdo, coge un pañuelo y se limpia. Ahora toma el rímel y se lo pone pestaña por pestaña, como le enseñó Minuca, para dar un efecto oriental. ¿Orientalista? ¿Orientado?

[Ilustración: objetos de maquillaje (labiales, esmalte, delineador y polvera)]