Página 193 - Libro de Lengua y Literatura 2 de Octavo Grado
¿Qué es un relato de ciencia ficción? / Estructura
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Calvin se volvió a Linda.
—Elvex tiene solo diez días y estoy segura de que no ha salido de la estación de pruebas. ¿Cómo sabe tanto de robots?
Linda miró una silla como si deseara sentarse, pero la vieja estaba de pie. Declaró con voz apagada:
—Me parecía importante que conociera algo de robótica y su lugar en el mundo. Pensé que podía resultar particularmente adaptable para hacer de capataz con su…, su nuevo cerebro —declaró con voz apagada.
—¿Su cerebro fractal?
—Sí.
Calvin asintió y se volvió hacia el robot.
[Ilustración: Elvex soñando con robots trabajando en el espacio]
—Y viste el fondo del mar, el interior de la tierra, la superficie de la tierra…, y también el espacio, me imagino.
—También vi robots trabajando en el espacio —dijo Elvex—. Fue al ver todo esto, con detalles cambiantes al mirar de un lugar a otro, lo que me hizo darme cuenta de que lo que yo veía no estaba de acuerdo con la realidad y me llevó a la conclusión de que estaba soñando.
—¿Y qué más viste, Elvex?
—Vi que todos los robots estaban abrumados por el trabajo y la aflicción, que todos estaban vencidos por la responsabilidad y la preocupación, y les deseé que descansaran.
—Pero los robots no están vencidos, ni abrumados, ni necesitan descansar —le advirtió Calvin.
—Y así es en realidad, doctora Calvin. Le hablo de mi sueño. No obstante, en mi sueño me pareció que los robots deben proteger su propia existencia.
—¿Estás mencionando la tercera ley de la robótica? —preguntó Calvin.
—En efecto, doctora Calvin.
—Pero la mencionas de forma incompleta. La tercera ley dice: «Un robot debe proteger su propia existencia siempre y cuando dicha protección no entorpezca el cumplimiento de la primera y la segunda ley».
—Sí, doctora Calvin, esta es efectivamente la tercera ley, pero en mi sueño la ley terminaba en la palabra «existencia». No se mencionaba ni la primera ni la segunda ley.
—Pero ambas existen, Elvex. La segunda ley, que tiene preferencia sobre la tercera, dice: «Un robot debe obedecer las órdenes dadas por los seres humanos excepto cuando dichas órdenes estén en conflicto con la primera ley». Por esta razón los robots obedecen órdenes. Hacen el trabajo que les has visto hacer, y lo hacen fácilmente y sin problemas. No están abrumados; no están cansados.
—Y así es en realidad, doctora Calvin. Yo hablo de mi sueño.
—Y la primera ley, Elvex, que es la más importante de todas, es: «Un robot no debe dañar a un ser humano, o, por inacción, permitir que sufra daño un ser humano».
—Sí, doctora Calvin, así es en realidad. Pero en mi sueño, me pareció que no había ni primera ni segunda ley, sino solamente la tercera, y esta decía: «Un robot debe proteger su propia existencia». Esta era toda la ley.
—¿En tu sueño, Elvex?
—En mi sueño.
—Elvex —dijo Calvin—, no te moverás, ni hablarás, ni nos oirás hasta que te llamemos por tu nombre. Y otra vez el robot se transformó aparentemente en un trozo inerte de metal.
Calvin se dirigió a Linda Rash: