Página 30 - Libro de Lengua y Literatura 2 de Octavo Grado
Elementos que componen la novela
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[Ilustración: escena de la mujer curandera junto a una niña inconsciente]
bellera pesada, larga y bastante tupida. La mujer estaba perdiendo ya su palidez invernal a cambio de un tostado veraniego. Sus ojos grandes, redondos y oscuros, profundamente sumidos bajo unas cejas prominentes, estaban llenos de curiosidad cuando aceleró el paso para ver lo que los hombres habían dejado atrás. [...]
Cuando la mujer vio a la criatura que los hombres habían dejado atrás, se quedó intrigada por lo que parecía un animal sin pelo. Pero al acercarse, se quedó boquiabierta y retrocedió un paso, aferrando la pequeña bolsa de cuero que llevaba colgada del cuello en un gesto inconsciente para apartar los espíritus desconocidos. Tocó los pequeños objetos que llevaba en su amuleto, invocando protección, y se inclinó cerca para ver, sin atreverse a dar un paso pero sin conseguir creer que estaba viendo lo que realmente creía ver.
Sus ojos no la habían engañado: ¡no era un animal lo que había atraído a las aves de rapiña, era una niña, una niña flaca y de aspecto extraño!
La mujer echó una mirada al derredor, preguntándose qué otros temibles enigmas podrían hallarse cerca, y empezó a rodear a la niña inconsciente, pero oyó un gemido. La mujer se detuvo y, olvidando sus temores, se arrodilló junto a la niña y la sacudió suavemente. La curandera comenzó a desatar la cuerda que mantenía cerrada la bolsa de nutria tan pronto como vio la infección de los arañazos y la pierna hinchada al rodar la niña sobre sí misma.
El hombre que iba a la cabeza de la tribu miró hacia atrás y al ver a la mujer arrodillada junto a la niña, volvió sobre sus pasos.
—¡Iza! —Ordenó—. ¡Ven! Hay huellas del león cavernario y de su huida más adelante.
—¡Es una niña, Brun! Está lastimada pero no muerta —replicó.
Brun miró a la niña flaca de frente alta, nariz pequeña y rostro curiosamente plano.
—No es del Clan —declaró el jefe con un ademán, y se volvió para reanudar su marcha.
—Brun, es una niña y está herida, morirá si la dejamos aquí. —Los ojos de Iza rogaban mientras se expresaba con ademanes de sus manos.
El jefe del pequeño clan se quedó mirando a la mujer que imploraba. Era mucho más alto que ella, media más de un metro cincuenta con músculos pesados y potentes, un pecho abultado y fuertes piernas arqueadas. El modelo de sus rasgos era similar aunque más pronunciado: nariz más grande y arco superciliar abultado. Sus piernas, estómago y pecho, así como la parte superior de su espalda, estaban cubiertos de pelos morenos y ásperos que no constituían una pelambre pero casi, casi. Una barba tupida ocultaba su quijada sin barbilla.
Pues que recoja a la niña —se dijo—. Pronto se cansará de llevar a cuestas esa carga adicional, y la niña se encuentra tan mal que ni siquiera la magia de mi hermana será lo suficientemente fuerte para salvarla. Brun volvió a meter la honda en la correa que le servía de cinturón, recogió sus armas y se encogió de hombros evitando la respuesta. A ella le correspondía tomar la decisión: Iza podía llevarse a la niña con ellos o no, como quisiera. Brun se dio vuelta y siguió su camino a grandes trancos.
Iza metió la mano en su canasta y sacó un manto de cuero; cubrió con él a la niña, la envolvió bien, la alzó en vilo y la aseguró a su cadera con la piel flexible, sorprendida al sentir que poco pesaba para su estatura. La niña gimió al sentirse alzada, entonces Iza la acarició para tranquilizarla antes de echar a andar detrás de los dos hombres. [...]
Glosario
arco superciliar. Reborde en forma de arco que tiene el hueso frontal de la cabeza en la parte correspondiente a la sobreceja.