Página 88 - Libro de Lengua y Literatura 2 de Octavo Grado
Los personajes
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[Ilustración: Holmes observa a la familia Ferguson y al bebé]
—Oh, papá —gritó—, no sabía que ya estuvieras de vuelta. ¡Qué contento estoy de verte!
—Querido muchacho —dijo, dando unos tiernos golpecitos en la rubia cabeza—, he vuelto pronto porque he podido convencer a mis amigos, el señor Holmes y el doctor Watson, para que vinieran a pasar la velada con nosotros.
—¿Es el señor Holmes, el detective?
—Sí.
El jovencito nos miró de un modo penetrante y, según me pareció, poco amistoso.
—¿Qué me dice de su otro hijo, señor Ferguson? —preguntó Holmes—. ¿Podríamos ver al bebé?
—Pídele a la señora Mason que baje al niño —dijo Ferguson. El muchacho se marchó con un andar extraño, bamboleante. Volvió al poco rato. Detrás de él venía una mujer alta y delgada que llevaba en sus brazos a un hermosísimo niño, de ojos negros y pelo rubio, una maravillosa mezcla de lo sajón y lo latino. Ferguson, evidentemente, estaba loco por aquel niño, ya que lo tomó en sus brazos y lo acarició tiernamente.
Fue en aquel momento cuando casualmente miré a Holmes, viéndole una expresión singularísimamente concentrada. Su cara estaba inmóvil y sus ojos, que por un momento habían mirado a padre e hijo, estaban ahora enfocados en algo que se encontraba al otro extremo de la habitación. Una persiana medio cerrada por la parte de fuera obstruía la visión, pero era indudablemente la ventana lo que Holmes miraba con concentrada atención. Luego sonrió, y su mirada volvió al bebé. En su cuello regordete estaba la pequeña señal hinchada. Sin decir nada, Holmes la examinó atentamente. Finalmente, tomó y agitó levemente uno de los pequeños puños que revoloteaban ante su cara.
—Adiós, hombrecito. Has tenido un extraño comienzo en la vida. Aya, quisiera tener unas palabras con usted en privado.
Se la llevó aparte y le habló con vehemencia durante algunos minutos.
—¿Te gusta la señora Mason, Jack? —Holmes se volvió repentinamente hacia el muchacho, cuya expresión se ensombreció. Negó con la cabeza.
—Jacky tiene agrados y desagrados muy acentuados —dijo Ferguson, rodeando con el brazo los hombros del muchacho—. Afortunadamente, yo estoy entre sus agrados.